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El ajedrecista autómata del barón von Kempelen
En su historia ilustrada sobre prestidigitación, Max Dif nos habla del autómata más famoso de todos : " El ajedrecista, el autómata más famoso, precisamente no era un autómata. Un hombre escondido adentro lo animaba. Fue pensado y realizado en 1769 por el Barón de Kempelen, gentilhombre de Presburgo, ciudad en la que fue exhibido antes de ir a Viena y Moscú.
Animación Flash
Algunos autores relataron que permitió a un oficial polaco exiliado, Worouski, evadirse de Rusia. Como se le había amputado las dos piernas, podía meterse fácilmente en un receptáculo de pequeño tamaño. En realidad, el ajedrecista era mucho más alto que un hombre normal. Así la caja, que contenía la compleja sino inútil mecánica y adentro de la que estaba operando, permitía esconder fácilmente un operador secreto ".
La famosa Catherine II de Rusia entabló una partida con el " musulmán de hierro ", así llamado por sus vestidos parecidos a los de un turco. Robert-Houdin nos cuenta ese episodio en sus famosas Revelaciones :
" ... por invitación del mecánico, visitamos el aparador y el cuerpo del turco, y una vez que averiguamos que no contenía nada más que el rodaje ..., empezamos la partida.
Favorecida por la suerte, Catherine aprovechó la ventaja que tenía para mover el primer peón; el autómata replicó, y la partida continuó dentro del silencio más religioso. Al principio, movieron los peones sin resultado preciso. Sin embargo, no hizo falta mucho tiempo para ver, según el ceño fruncido de la Zarina, que el autómata no se comportaba realmente como un caballero con ella, y que, después de todo, merecía la reputación que tenía. El hábil musulmán le tomó un caballo y un alfil una vez tras otra. En ese momento, la partida volvía desfavorable para la noble jugadora, cuando, de repente, el turco perdió su impasible tranquilidad, golpeó con violencia con la mano sobre su cojín, y restableció una pieza que su adversaria acababa de mover.
Catherine II acababa de hacer trampas. ¿ Era para testar la inteligencia del autómata o tenía otro objetivo muy distinto haciendo eso ? No lo sabríamos decir. Sin embargo, la orgullosa imperatriz no quería reconocer su flaqueza. Por eso, puso de nuevo la pieza donde la había fraudulosamente movido antes y miró al autómata con imperiosa autoridad.
El resultado no tardó : el turco, con la mano, rápidamente tiró al suelo todas las piezas del damero, e inmediatamente después, el ruido de un rodaje que siempre funcionaba durante la partida dejó de hacerse oír. La máquina se acabó, como si súbitamente estuviera descompuesta.
Pálido y vacilante, el Señor de Kempelen, reconoció en ese comportamiento el carácter fogoso de Worouski, y esperó con pavor el desenlace de ese conflicto entre el exiliado y la soberana.
- ¡Ah! ¡Ah! Señor autómata, sus maneras son un poco bruscas, dijo con alegría la imperatriz, que no estaba molesta al ver tal fin para una partida en la que tenía poca ocasión de éxito. Pues es fuerte, no lo niego; pero es que tuvo miedo a perder la partida, y por prudencia alteró el juego. Bueno, ahora conozco su sabiduría y sobre todo su carácter nervioso.
El señor de Kempelen empezó a respirar y, recobrando ánimo, intentó eliminar para siempre esa impresión nefasta producida por la falta de respeto de su máquina, error para la que asumía toda la responsabilidad.
- Que su majestad, dijo con humildad, me permite explicarle lo que acaba de suceder.
- De ninguna manera, Señor de Kempelen, interrumpió alegremente la zarina, de ninguna manera; al contrario pienso que esto es muy divertido, e incluso voy a decirle que me gusta tanto su autómata que quiero adquirirlo. Así, siempre tendrá cerca de mi un jugador quizás un poco impetuoso, pero demasiado hábil para hacerme frente. Pues déjelo en ese piso y venga a verme mañana por la mañana para cerrar el trato... ".
El barón Von Kempelen también fue el autor de verdaderos autómatas y sobre todo de algunas máquinas " parlantes ". Explicó el funcionamiento de una de éstas en su obra " Mechanismus der Menschlichen Sprache ". Después de estudiar, en esa obra, el mecanismo del lenguaje para los humanos, describió los instrumentos musicales que parecían más a la voz humana : oboe, clarinete, bajón y gaita, porque " su lengüeta, por sus funciones, es similar a la glotis ".
Esa máquina era capaz, según Goethe, " de pronunciar algunas palabras infantiles con mucha amabilidad ".
En cuanto a Grimm, explicó que " ... la máquina ya contestaba claramente a unas preguntas : la voz era agradable y suave; no había más que los r que pronunciaba guturalmente y con cierto ronquido penoso.
Cuando la gente no había entendido bien su contestación, la repetía de nuevo, pero con un tono expresando el humor y la impaciencia infantiles ... ". Kempelen explicaba que su máquina era capaz de pronunciar " unas centenares de palabras de manera clara y distinta, por ejemplo : Papá, Mamá, Mariana, Roma, Enfermedad, Salud, Astronomía, Ópera, Pantomima, y también palabras largas y difíciles como Constantinopolis, Monomotapa, Astrakan, Anastasius... ".
Esa máquina era la primera que producía, además de ciertas vocales, palabras enteras y frases cortas. Según Kempelen, era fácil dominar el instrumento en dos o tres semanas con tal que " se prefiriera producir palabras en latín, francés o italiano. El alemán siendo mucho más difícil porque compuesto de sílabas más sordas y de mezclas de consonantes ".
En apariencia, la máquina se componía de una caja, de un embudo de caucho que representaba la boca y de un segundo, más pequeño y dividido en dos partes, que hacía las funciones de una nariz. El mecanismo interno era un fuelle que simulaba los pulmones.
Un pasillo muy estrecho permitía conducir el flujo de aire en la " boca ". Una lengüeta vibrante, tipo de glotis y cuerdas vocales reunidas, producía un sonido. Ése era después modulable gracias a diferentes pequeñas palancas y al uso por el operador de sus dedos, lo que permitía modificar el aire a la salida de la " boca " para simular el movimiento de los labios.
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